MEMORIAS DE UNA SALVAJE
BEBI FERNANDEZ
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Título: Memorias de una salvaje
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Autora: Srta. Bebi
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Editorial: Planeta
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ISBN: 978-8408194453
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Páginas: 448
K tiene 19 años y una vida un tanto peculiar. Cuando su padre es asesinado en un ajuste de cuentas, se ve obligada a compaginar sus estudios con un trabajo muy poco convencional: el de recepcionista y chica de los recados en un local de alterne clandestino. Bajo la amenaza de los proxenetas y la asfixia de la deuda, vivirá de cerca los horrores que el sistema de la trata de mujeres conlleva. La experiencia la llevará a gestar una metamorfosis que marcará su paso de la adolescencia a la edad adulta. Las mujeres que allí conoce y la violencia intrínseca al mundo criminal —que también sentirá en sus propias carnes—, hará que comience a pensar en defenderse. Para ello acudirá al club de boxeo de Ram, un chico al que la violencia de género también ha marcado la vida. Pese a las corazas que ambos portan, la curiosidad de este le llevará a interesarse y preocuparse por ella hasta hacerla pensar que quizá sí existan los hombres que aman a las mujeres. Pero un desafortunado suceso hará que las luces de neón comiencen a parpadear"
Es una historia basada en hechos reales, pasada al papel y con una realidad tremenda, todos sabemos que existe pero para la sociedad es más fácil ignorarla, permanecer callados, dormidos.
«Kassandra dibujó una mueca extraña en su cara que no llegó a ser sonrisa, pero tampoco la cara de asco infinito que en realidad quería poner. El hombre apuró el vaso de whisky y lo dejó en la barra. Diecinueve años. Tenía solo diecinueve años. Cuán siniestra es a veces la existencia. Se puede asemejar a un jaque. Uno se encuentra acorralado, amenazado, sabiéndose a punto de que algo le de muerte, y aún así, con todo lo que eso significa, debe permanecer en su sitio, porque así son las reglas del juego. Malditas reglas».
El tema que trata este libro, puede incluso estar ocurriendo en el piso de al lado, y lo sabes y no quieres complicarte la vida, o lo denuncias y te atienes a sus consecuencias, así que yo te invito a leer a bebi, porque Kassandra puedes ser tu o puedo ser yo, o quizas alguien a quien conozcas
NO DEJARA INDIFERENTE A NADIE
Personas que deciden responderse solas los porqués. Que deciden cruzarse de brazos, no ceder su asiento, escupir y rebelarse. Los que miran al frente. Los que avivan el fuego de la revolución.
Deja de intentar frenarlo. Ponte en peligro. Atrévete. Levántate al caer. Inténtalo de nuevo, aunque ya sea tarde. Camina por los fracasos con los pies descalzos para que así te dejan huella. Respira la felicidad y disfrútala de verdad, y no pensando en que puede acabarse. Deja que las personas y las vivencias te maten un poco y también que te llenen de vida y te emocionen.
Ahógate y respira en el momento en que menos lo quieras hacer, pero más lo necesites. Sé fuerte y sé débil. Lucha. Sueña. Sangra. Cumple. Destroza. Arregla. Besa. Odia. Ama. Vive.
Pero ella no era de nadie. Ninguna de esas mujeres, ninguna mujer, era de nadie. No sabía cómo, pero lo demostraría tarde o temprano. Era una superviviente. Si hay algo que define a los supervivientes es que se aferran a cualquier posibilidad de sobrevivir, aunque sea ínfima, aunque sea mínima, aunque sea casi imposible. No dudan en agarrarse a a un árbol que está casi a punto de caer en pleno tsunami. No desfallecen, aunque todo parezca en contra. Simplemente se agarran. Y entonces, la posibilidad de que el árbol no caiga y de que ellos salven la vida se vuelve real porque han decidido agarrarse al árbol. Si no te agarras al árbol no tienes nada que hacer. Si te agarras, quizá lo tengas. Resistir y luchar son cosas que valen la pena. Siempre.
-Detrás de cada mujer hay una mujer. Espero que llegue pronto el día en el que dejéis de necesitar que la mujer de delante y la de detrás sean como vosotros queréis y decís.
La vida duele.
Empieza a golpear tú también.
Hay personas cuya existencia es una lucha continua. Personas que, batalla tras batalla, han aprendido a transformar su naturaleza y fortalecerse, hacerse ejército, como si de contingentes humanos se tratara. Se las reconoce porque se enfrentan a los desafíos de la vida, aunque sean unos chicos que intentan intimidarte a la salida de la cafetería de la universidad, levantando la cabeza y mirándolos fijamente a la cara. Negando cualquier atisbo de miedo y esperando a ser más fuertes que el choque. Aunque no lo sean. Y lo sepan. Y vean venir el impacto desde el inmovilismo férreo aprendido que las impele y obliga a resistir. La vida, para algunas personas, consiste continuamente en ver venir el golpe, en obligarse a resistirlo. Y en hacerlo. Kassandra era una de ellas.