Mi obsesión nació de inocentes y buenas intenciones, y empezó el día en que vi un diario escrito a mano tirado entre los arbustos fuera de una casa en la avenida Lexington. Estaba lloviendo esa mañana, y mi intención era devolverlo al día siguiente, seguro y seco.

 

Pero me lo guardé.

Lo guardé y lo leí.

Una semana después, abrumada por la curiosidad y el sentimiento de culpabilidad por albergar secretos que no me pertenecían, traté de devolverlo.

Sólo que no esperaba conocerlo.

Inexcusablemente despiadado y enigmáticamente atractivo, dice no saber nada sobre el diario que me encontré fuera de su casa pero el brillo reticente en su mirada verde azulada me dice lo contrario.

Hay algo diferente en él, algo herido pero aun así mágico, y me siento atraída por él, hacia su órbita.

Sólo que hay un problema.

Cuanto más oportunidades tengo de conocerlo, más segura estoy de que el diario le pertenece a él...

...Y más esperanzada me encuentro, egoístamente, de estar equivocada.